Serie Diablo IV Acto III: La creación de los monstruos
¡Santuario nos espera! Toca seguir la serie de Diablo IV con el Acto III: «La creación de los monstruos». Y antes de sumergirnos en eso, ahí tenéis todos los capítulos:
«III: La creación de los monstruos»
«V: Secretos revelados, destinos vendidos«
«Epílogo: La herida que supuró«
Acto III: La creación de los monstruos

Viajamos a las Estepas Adustas, al pueblo de Ked Bardu, a reunirnos con Lorath para averiguar qué tal van sus investigaciones sobre el Hombre Pálido. Lo encontramos tras una noche de borrachera, muy perjudicado por las revelaciones, ya que la persona que buscamos es su antiguo discípulo horadrim Elias. Aun así, no le queda otra que seguirle la pista con nuestra ayuda.
Primero vamos al Monasterio de Orbei, donde descubrimos que Elias buscó información para invocar a un demonio menor. Su rastro nos lleva hasta Genbar, uno de sus secuaces, y con un poco más de investigación acabamos en la saqueada ciudad de Guulrahn. Ahí logramos encontrar una de las guaridas de Elias y averiguamos que pretende invocar a Andariel en el Templo de los Mayores.
Para entrar en ese lugar debemos recibir la bendición de los demonios mayores en sus altares. Cuando toca el sagrario de Mefisto, tenemos un breve encuentro con el lobo ensangrentado y deducimos su identidad. Tras eso, irrumpimos en el Templo, rescatando a una mujer llamada Taissa del ritual de Elias. Nosotros acabamos con sus esbirros, pero el villano consigue escapar.
La mujer está afectada al sentir dentro de si a Andariel, así que la dejamos descansar en la Capilla Olvidada mientras perseguimos a nuestro objetivo. Las nuevas pistas lo sitúan en un palacio oculto en el desierto, el cual alcanzamos gracias a la guía del viejo Meshif. Ahí encontramos al grupo de fanáticos de Lilith y enfrentamos a Elias, pero su inmortalidad hace imposible vencerlo. Toca huir, pero no sin antes robar el artefacto del Ojo Ciego y volver a la capilla junto a Taissa.
Opinión general
Un capítulo de transición necesario bastante bien llevado en su narrativa, muy dedicado a que conozcamos mejor tanto a Lorath como especialmente a Elias y todo lo que rodea al bando enemigo más humano. Ir un paso por detrás del villano consigue que investiguemos y comprendamos el alcance de sus aspiraciones y el precio que está dispuesto a pagar para cumplirlas.
Para mi desgracia, no sale mucho Lilith. Lo compensan pequeñas chucherías como la confirmación de que el lobo es Mefisto, el agradable cameo de Meshif de Diablo II (el marinero que nos llevaba de Lut Gholein a Kurast) y el nuevo personaje de Taissa. ¡Profundicemos en lo importante!
Lorath, un Horadrim diferente

Si quieres juzgar a alguien, debes hacerlo por sus actos, no por sus palabras. Es así de sencillo.
La reflexión más acertada del viejo Lorath
Viniendo de guías como el sabio Deckard o la buena de Leah, resulta refrescante encontrarnos aquí a este tipo al mando. Ya lo conocíamos del prólogo, pero este acto refleja perfectamente su humanidad. Es una persona como otra cualquiera en Santuario, llena de arrepentimientos y pesares al sufrir toda clase de experiencias desagradables. La escena encontrándolo borracho en el suelo es un puntazo.
Vemos como lo vivido endureció su personalidad, volviéndolo desconfiado y pragmático, como no podía ser de otra manera. Lorath sabe que en ese mundo los errores se pagan y la piedad sale cara. La vida se lo demuestra una vez más con el hecho de que fuese su propio discípulo el artífice de esta nueva pesadilla. Es completamente normal que se sienta responsable y lo consuma el remordimiento.
Aun así, el viejo Horadrim no es alguien que se rinda fácilmente y está dispuesto a reparar sus errores. Ahí lo vemos, sin pensárselo dos veces al apuñalar a Elias en cuanto tiene oportunidad; si el tipo no fuese inmortal, lo habría matado a la primera. Con todo lo que vivió, Lorath entiende lo que debe hacerse y no está para tonterías.
Todo eso tampoco le priva de tener su buen corazón, por mucho que su hosquedad lo disimule. Tiene las mejores intenciones posibles para alguien en su situación y está dispuesto a cumplir su deber, algo de lo que no muchos pueden presumir en Santuario. Incluso se preocupa por Meshif cuando está muriéndose. Por cierto, otro agradable puntazo lo del viejo marinero confundiéndolo con Deckard Cain.
Monstruos en potencia

No vengo a salvar, sino… a dar poder. A mi sombra, los fuertes se enfrentarán al mismísimo infierno. Que los débiles se apañen solos.
La doctrina de Lilith
Eso de «la creación de los monstruos» en el título del acto es muy significativo y lo vemos aquí representado en más de una ocasión. Ya sea de forma indirecta o con premeditación, varios de los personajes pueden convertirse en lo que entenderíamos como monstruos. ¿Y no es esa la verdadera obra de Lilith en Santuario? Solo hay que sufrir esa secta que se forma a su alrededor.
Nuestro propio protagonista se convertiría en uno de ellos si no se resistiese a su corrupción. Más adelante veremos como la demonio lo intenta como último recurso. Tenemos incluso a Mefisto intentando guiarnos, redirigiendo nuestro odio hacia donde le conviene. ¿Será eso lo que consiga con Neyrelle en el futuro? ¡Lo discutiremos más adelante!
Taissa es otro personaje que tiene un potencial tremendo como villana debido a su vínculo con Andariel, una enemiga muy icónica de la saga. En este punto apenas la conocemos y yo mismo tuve esa esperanza. No obstante, su camino es distinto, a pesar de que la Dama de la Angustia seguirá en su interior. En el futuro, supera el trauma durante una misión secundaria, pero… ¿quién sabe? Algún diálogo sobre Andariel y deja caer que la posibilidad está ahí.
Quien sin duda acabó convertido en un monstruo de pies a cabeza es el propio Elias. A diferencia de nuestro protagonista, él toma los ideales y el poder de Lilith, adoptando su causa con todo el fervor posible. Está convencido de que el fin justifica los medios y sus métodos están destinados a enfrentar amenazas mayores… una premisa que Blizzard utiliza demasiado, dicho sea de paso.
Tan antagonista como Lilith

La Madre se sentó conmigo al fuego y abrió mi mente a un conocimiento secreto. Me enseñó los verdaderos nombres de todos los demonios, que permiten controlarlos. Antaño fuimos sus corderos y ellos, nuestros lobos. Pero ya no. Los débiles seremos fuertes. Los elegidos seremos los lobos.
Evangelio de la Madre, por Elias
Me gusta mucho la construcción de este villano, uno cuya importancia es enorme. Tal como vimos en la primera cinemática de la invocación de Lilith, fue Elias quien trajo a la hija del Odio de vuelta a Santuario. Aquí nos enteramos de que él era Horadrim, discípulo del propio Lorath, y refleja el potencial más oscuro de los miembros de dicha hermandad.
Este capítulo consiste básicamente en comprender sus motivaciones a través de sus actos y las partes del Evangelio de la Madre que recita sus palabras. También comprobamos el alcance de sus acciones, sin importarle a quien se lleve por delante, como lo demuestra causando el caos en el Monasterio de Orbei o llevando la desgracia a la ciudad de Guulrahn.
Como bien dice Lorath, los métodos e ideales de Elias encajan a la perfección con Lilith y su unión se siente completamente natural. Me gusta que veamos ese elaborado plan con Andariel para alcanzar sus objetivos, muy en sintonía con las acciones de Lilith. Ambos tienen motivos y deben trabajárselo, no son villanos simples que están ahí simplemente para matarnos. Por lo menos de momento…
Más adelante seguiremos tratando el tema, pero bajo mi punto de vista, este tercer episodio situaba muy bien a Elias como un villano principal para la campaña de Diablo IV. Es cierto que cumple perfectamente su rol como antagonista secundario, pero hubiese preferido que alcanzase cotas de mayores de poder que lo hicieran un digno enemigo final, dejando así a Lilith viva para futuros contenidos. Pero bueno, qué le haremos.
Conclusiones

Otro buen episodio muy rico en contenido narrativo, todo ello bastante necesario. Vemos más de la crudeza de Santuario en nuestros enemigos principales, que ya están más desarrollados que el resto de villanos de la saga. Lo mismo podría decirse de Lorath en comparación con sus semejantes de títulos anteriores.
Es cierto que nos falta la espectacularidad de las escenas que vimos en los otros capítulos, pero la narrativa está tan bien cuidada como de costumbre. Tratan bien a los protagonistas del episodio, sugieren promesas para el futuro con Taissa, el misterioso lobo ensangrentado confirma su identidad como Mefisto y regalan cameos de Diablo II con ese divertido y senil Meshif.
Lo dejaremos aquí por hoy, que ya es hora de abandonar las Estepas Adustas… ¿o no? ¡Nos veremos en el siguiente, el Acto IV: Tormenta en ciernes!