World of Warcraft: Dragonflight, la expansión de refresco

Ahora sí que acabó oficialmente World of Warcraft: Dragonflight, una expansión cuya finalidad era devolver al MMORPG esa sensación de aventura y exploración tan propias de estos estilos de fantasía. Pero creo que el verdadero objetivo estaba claro: desconectar de todo lo sucedido con las tramas y personajes de Shadowlands para atrás.

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Y sinceramente, no me parecía mala idea. Ya estaban mareando demasiado la historia de Warcraft, dejando cabos sueltos flagrantes y personajes ninguneados por el camino. Aquí, a pesar de acompañar a los viejos dragones ya conocidos, existe un claro esfuerzo por contar algo nuevo e introducir protagonistas distintos. ¿Funcionó?

El idealizado cuento de Dragonflight

World of Warcraft: Dragonflight Alexstrasza Vyranoth

Resulta complicado analizar la historia de Dragonflight de forma objetiva. Apostaría que a muchos les habrá encantado, pues está bien contada y tiene personajes (nuevos y viejos) carismáticos y entrañables. Todo se centra mucho en transmitir un cambio positivo en el mundo de WoW, con nuevas figuras tomando el mando y un futuro brillante en el horizonte reflejado en misiones principales y secundarias.

Y sospecho que ahí está el problema para parte de los jugadores veteranos. En mi caso, la idealización de cada historia vivida en Dragonflight me hizo aborrecerla poco a poco. Me gustaron ciertas aventuras como las vividas con Kalecgos o Chromie, pero en su mayoría todas acaban igual: viviendo felices y comiendo perdices. Y eso nunca ha sido Warcraft.

Existe un evidente esfuerzo en dejar atrás lo viejo y dar paso a lo nuevo. Es una práctica común e incluso diría que necesaria, pero aquí se repite demasiado y casi parece que nos lancen la advertencia a los jugadores más antiguos. Cringris dejando a Tess al mando, Cuerno de Ébano tomando el liderazgo del Vuelo Negro, Merithra asumiendo oficialmente el viejo papel de su madre y Tyrande retirándose en favor de Shandris son los ejemplos más claros.

Lo curioso del tema es que la sucesión que debió ser prioritaria, con Chromie recogiendo el testigo de Nozdormu, es precisamente la que no ocurre. Y es que mi problema con la historia de Dragonflight es ese: que todo acaba bien, quedando poco creíble y aburrido. No existe una chispa de emoción, peligro real o consecuencias negativas para nuestros protagonistas. Todos felices y ya estaría.

Potencial desperdiciado en cada trama

World of Warcraft: Dragonflight Chromie Nozdormu
Vimos mucho de esta bonita relación, pero le tienen miedo al drama

El conflicto más interesante presentado desde el inicio de la expansión es, sin duda, el liderazgo del Vuelo Negro. La guerra abierta entre Sabellian y Wrathion prometía mucho más, aunque el tono ligero de su pelea nos adelantaba la conclusión: todos amigos, felices y con Cuerno de Ébano al mando. Me gusta el personaje, pero es que la paz no se cobra absolutamente ningún precio.

Algo del estilo ocurre con el tema de Tyrande y Malfurion, quienes apostaron por recuperar a Ysera y la trajeron de vuelta sin coste alguno (puro fanservice), ya que el archidruida vuelve vivo y nada se perdió. En realidad podríamos decir lo mismo de Cringris, quien simplemente acepta que no puede estar al día con los tiempos modernos y le pasa el cargo a Tess. Por cierto, ¿os acordáis de que antes la Horda también tenía un papel en la historia? ¡En fin!

De todas formas, el desperdicio más claro es el tema de Nozdormu. Sucumbiendo ante su (en teoría) inevitable destino, era él quien debía ocupar el rol del villano principal. Para mí sería la conclusión soñada que llevaban vendiéndonos años; le otorgaría ese punto dramático que la expansión necesitaba de forma urgente y dejaría el puesto en manos de Chromie, un relevo que sí se sentía lógico.

Sin embargo, al final tuvimos cuatro villanos que pasaron sin pena ni gloria. Los dragones enemigos tenían motivaciones sólidas, pero su papel solo sirvió para rellenar el hueco de antagonista. Raszageth cayó con cierta dignidad, pero Fyrakk para mí no dio la talla. Vyranoth se pasó a nuestro bando sin grandes alardes e Iridikron, de momento, solo existe para justificar la próxima expansión.

Avances y nuevas ideas jugables

Personalizar la montura fue un puntazo poco aprovechado. Y debieron desarrollar alguna relación con nuestro dragón

Al final, lo mejor resultaron ser sus novedades mecánicas para el MMORPG en si. No tuvo mala afluencia de contenido y fueron actualizando detalles de la jugabilidad que debían ser revisados. Y tuvimos nueva clase/raza, aportando ideas originales. Todo eso es algo que siempre debería ocurrir, independientemente de la expansión en la que estemos, pero tampoco sobra reconocérselo.

La característica más llamativa es el nuevo sistema de vuelo, que me pareció genial desde el principio. No solo acelera el desplazamiento; se siente muy inmersivo al tomar un control directo y coherente de nuestra montura voladora. Seguro que puede mejorarse todavía más, pero este es el camino a seguir. ¡Por no hablar de las actividades relacionadas, como las divertidas carreras!

Otra de las novedades destacables sería el añadido del modo «Remix», en este caso centrado en la expansión de Pandaria. Ha demostrado ser una forma fresca y divertida de disfrutar del juego abarcando varias actividades clave: subir de nivel, obtener cosméticos y revisitar adecuadamente el viejo contenido. Todo ello junto a un nuevo sistema de progresión y con la excusa del Vuelo Infinito. Así sí.

The War Within parece que continuará por el buen camino en este sentido, empezando por implementar en su preparche las Bandas de Guerra, otra característica que ya tardaba en aparecer. En este tramo final de Dragonflight esta nueva fórmula sufre varios errores y se siente incompleta, pero quiero pensar que no tardarán en ajustar y perfeccionar sus funciones.

Conclusiones

World of Warcraft: Dragonflight Malfurion Tyrande final feliz

Iba a extender mi análisis a los temas de las zonas, subida de nivel, bandas y mazmorras de Dragonflight, pero admito que no me entusiasma lo suficiente como para profundizar en ello. Si la comparamos con las anteriores, Shadowlands y Battle for Azeroth, opino que saldría perdiendo en esos puntos en concreto. Pero quizá es algo subjetivo.

Pienso que los méritos de esta expansión se relacionan más con el compromiso por avanzar a nivel jugable, que con la propia aportación de Dragonflight en si. Aunque no la considero una mala expansión, sí la veo como «relleno»; un tramo de descanso para que los responsables del MMORPG puedan tomar su nuevo rumbo. Y eso no me resultó demasiado satisfactorio como jugador veterano. ¡Te entiendo, Cringris!

Creo que World of Warcraft necesita retomar el camino que perdió su historia y Dragonflight no consigue remontar del todo. Solo fue una pequeña pausa de lo sucedido en Shadowlands y parece que The War Within por fin abordará temas importantes de verdad para el desarrollo de la historia. Sin embargo, si continúan con la vertiente de paz y amor de Dragonflight (u olvidándose de la Horda), me decepcionarán sin remedio.

2 comentarios en «World of Warcraft: Dragonflight, la expansión de refresco»

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